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Técnicas no humanas para atraer pocxs buenxs compañerxs


Juegos estéticos: técnicas no humanas para atraer pocxs buenxs compañerxs
Isidoro Michan Guindi
La forma en la naturaleza tiende a expresar la superabundancia no es directa y sin complicaciones. A veces está entretejida con distorsiones, o travestía. Las elaboradas estructuras de cortejo construidas por los pergoleros machos representan este entretejido de exceso y la “capacidad para engañar y construir ilusiones”. En su libro Animal Architecture [que se podría traducir como Arquitectura de animales], el zoólogo Karl von Frisch argumenta que “en los pergoleros se pueden encontrar rastros significativos” de “los inicios de procesos de pensamiento y sentimientos estéticos”. Las estructuras de cortejo que los pergoleros construyen en Australia y Nueva Guinea actúan como un instrumento de seducción en el cual se desenvuelven “escenas de sexualidad y reproducción”. Las enramadas de los pergoleros pueden ser simples claros en el terreno, una estera de líquenes sobre el suelo del bosque, una enramada de palo de mayo con ramitas entretejidas en torno al palo central, muchas veces se trata de un retoño de árbol o bien de un helecho, rodeado de un área circular elevada, que a veces incluye un cobertizo que cubre el palo de mayo, creando un túnel que enmarca un escenario a través del cual la espectadora hembra se asoma antes del acto sexual. Otras enramadas consisten en una pila de ramitas recargadas sobre retoños de árboles adyacentes unidos por medio de una rama atravesada que funciona como una percha de exposición, un marco que separa al macho de la hembra a través del cual se da el ritual de seducción. La avenida de la enramada consiste en un solo muro de ramitas o bien un muro doble de ramitas que flanquean un camino de ramitas y paja que conduce a una plataforma aplanada de cada lado; plataformas que actúan como escenarios para el espectáculo de seducción.
Una vez terminada la construcción de la estructura básica hecha con cosas prosaicas que provienen del medio ambiente, el pergolero macho procede a decorar el contorno de la enramada con una abundancia de elementos: plumas, líquenes de colores brillantes, alas de escarabajo, moras y flores, así como objets trouvés, objetos encontrados, como piedras, huesos, conchas y pedacitos de vidrio o plástico de colores. Una de las plataformas externas es una área de juegos, o pista de baile cubierta de arreglos de objetos grises y blancos (piedras, huesos blanqueados y conchas de caracol). Aquí, la decoración juega una importante función de definir el espacio de manera incesante. El pergolero macho arregla y re-arregla los adornos, innovando el espacio estéticamente como una forma compleja de comunicación e interacción con el propósito de atraer una pareja: va sustituyendo las flores marchitas por flores frescas; reemplaza los objetos robados por pergoleros machos que pretenden competir con él; regresa los objetos que han sido sustraídos por otros animales o humanos –ya sea investigadores o gente que va pasando por ahí– al lugar donde pertenecen; re-aprovisiona la pila de moras; y vuelve a pintar el recinto interior.
Rudofsky afirma que: “eras antes de que los artistas aprendieran a moler sus pigmentos, los pergoleros machos ya utilizaban tintes vegetales para pintar enramadas. El pico del pergolero, desparramando jugo o pulpa de fruta, tiene la misma función que un pincel.” Los pergoleros machos invierten grandes cantidades de tiempo y energía en pintar sus enramadas. Estudios recientes de Borgia y otros autores, han demostrado que es de gran importancia la cantidad de pintura en las enramadas para atraer a las hembras de los pergoleros ya que se cree que la pintura es una señal químico-sensorial.
La coloración aquí es parte de la ornamentación que utilizan los machos para competir contra sus rivales, imponerse sobre de ellos y lograr acceder a las hembras a través de resaltar sus enramadas visualmente y de exhibirse. De esta manera, se vuelve parte del mecanismo de la selección sexual que va a asegurar que se satisfaga su necesidad de sobrevivencia reproductiva y se asegure su “inexplicable tenacidad para sobrevivir y multiplicarse”. Sin embargo, un aspecto importante aquí, es que habiendo obtenido acceso a la hembra, es la hembra misma la que elige. Lejos de formar parte de las decisiones que se toman con respecto al diseño, las hembras son el blanco hacia el cual se dirigen las decisiones referentes al diseño.
Según Welsch, “Es aquí que empieza la esfera de la estética animal propiamente dicha. La competencia entre machos se transforma en cortejo” que se dirige directamente hacia las hembras, “para excitarlas o encantarlas”. Para este propósito, los machos recurren a un gran número de signos de percepción delimitados en el tiempo y el espacio y recursos como una forma de juegos sexuales preliminares o de seducción: una amplia variedad de cantos, danzas amorosas, gracias y ornamentos actúan como medios para ejercer su poder para atraer pareja. Esto cierra lo que Uexküll ha llamado el “ciclo funcional”, es decir, el ciclo que conecta la percepción y la acción.
A través de estos objetos y ornamentos, el pergolero macho se relaciona con ciertas cualidades de estos objetos y los entreteje, como diría Uexküll, “en una red sólida que carga su existencia”. El mandato de todo este patrón, aparte de asegurar la supervivencia, parece responder al impulso innato de los pergoleros de expresar su propia naturaleza.
En otro libro también titulado Animal Architecture, Hansell sugiere que los pergoleros machos tienen un sentido estético y obtienen placer de la experiencia de construir y decorar sus enramadas en anticipación de la experiencia de aparearse. Emerge una belleza ornamental propositiva en términos de la selección sexual. Tanto los machos como las hembras parecen tener un gusto por la belleza, un sentido de belleza motivado sexualmente. Sin embargo, en estas estructuras, hay una distorsión engañosa. Estas estructuras de cortejo ilustran cómo se da el engaño en la naturaleza y cómo los pergoleros machos manipulan las estructuras de cortejo para engañar ópticamente a las hembras. Los pergoleros machos ordenan objetos sin color en tamaños cada vez mayores desde la entrada, como marcas de percepción visual, a lo largo de un camino que le da a las hembras un mecanismo de visualización y un campo visual estrecho, con lo cual se crea una gradiente que da una ilusión óptica geométrica conocida como perspectiva forzada o alterada. Esto hace que la espectadora hembra perciba los objetos como más uniformes de lo que son, proporcionando una percepción falsa del tamaño y la distancia, un juego ilusorio.
En la esfera de lo humano, también se puede ver este efecto en las exploraciones de la perspectiva forzada durante el Renacimiento, como la galería de Borromini en Palazzo Spada y el Teatro Olímpico de Palladio, donde también hay un intento de engañar la mirada del espectador.
En el caso de la estructura de cortejo de los pergoleros, se utiliza el área de juegos como escenario para el teatro de la seducción en el cual el macho rápidamente exhibe los objetos brillantes y coloridos que ha mantenido ocultos fuera del campo visual de la hembra y los tira o lanza al otro lado de la plataforma como parte de la coreografía del cortejo. Esta ilusión visual crea “un patrón más regular de gesso desde la perspectiva de la hembra dentro del camino enramado, alterando los tamaños relativos de plataforma y los objetos expuestos, creando mayores ilusiones que atraen la atención de la hembra.” A través de alterar la colocación de los objetos y la geometría escénica, se ha visto esta ilusión como una señal de la capacidad cognitiva y condición física de los pergoleros que enaltece la eficacia y la visibilidad de las señales emitidas por el macho, cuyo objetivo es atraer y mantener la atención de la hembra. Las hembras de los pergoleros quedan engañadas por esta interacción entre los componentes de las señales y el procesamiento sensorial que crea este juego de ilusiones engañosas o que llaman la atención. Las señales emitidas por el macho manipula el evento a su conveniencia, engañan a las hembras, creando una realidad subjetiva determinada por los marcadores de percepción que expresan la intención de los pergoleros. Desde la cámara interna, la hembra tiene un campo visual limitado, que define lo que ve y cómo lo ve. De esta manera, el pergolero macho explota esta configuración limitada de la perspectiva de la hembra. Es tal la importancia de los objetos utilizados para crear esta perspectiva forzada y sus cualidad que cuando los investigadores interfieren con los guijarros a través de revertir el gradiente del tamaño en relación a la distancia, los pergoleros machos de inmediato intervienen para arreglarlo.
Las hembras de los pergoleros visitan diferentes enramadas o pérgolas antes de decidir con qué pergolero se van a aparear, una decisión que se basa en las señales que emite el pergolero, sus cualidades y adornos, así como el comportamiento y el desempeño del cortejo del pergolero (la danza y el canto). Dentro del área de juegos de la enramada, el pergolero activa todos los objetos como elementos de la danza del cortejo, así como los adornos de la enramada. Es de extrema importancia el papel que desempeñan los objetos que despliega el macho ante la hembra, ya que entre más objetos sean, entre mayor sea la diversidad y el colorido de los objetos exhibidos, mayor será la probabilidad de lograr aparearse.
Otra distorsión engañosa a la que recurren los pergoleros machos es pintar los muros del camino que conduce al escenario de un tono rojizo que dispara la adaptación cromática y cambia la percepción del color de la hembra. El macho, de esta manera, enaltece el color de los objetos expuestos y aumenta el contraste con el trasfondo visual. Según Endler et al., aparte de afectar la percepción del color, la adaptación cromática también afecta la capacidad de la hembra “para discriminar entre los colores e interactuar fuertemente con los movimientos oculares, lo cual puede afectar la evaluación de las posibilidades para aparear y la estética”.
El espectáculo del cortejo es un sistema de comunicación a través del cual los pergoleros intercambian señales entre sí: el macho como ejecutante y la hembra como espectadora que finalmente, si le convence el espectáculo, se vuelve participante del ritual de apareamiento que se ha de efectuar en la cámara interior protegida, el tálamo nupcial. El pergolero macho con experiencia, de hecho no habita esa estructura, sino más bien permanece posado en una rama cercana a la enramada, la cual una vez construida por completo, el pergolero frecuentemente visita para darle mantenimiento y renovarla. Cuando se le acerca una hembra, el macho de inmediato vuela hasta la plataforma de cortejo e inicia su espectáculo bajo la mirada cuidadosa de la hembra: se pavonea y baila, emite llamados sincronizados y exhibe sus preciados ornamentos en su pico. Si la hembra accede, entra en la cámara interior del pergolero como señal de su disposición a aparearse. El apareamiento se da de manera abrupta. Cuando no se obtiene el resultado esperado, el pergolero macho se muestra sorprendido, si no es que decepcionado. Dado que los pergoleros son polígamos, es decir, un pergolero macho se aparea con varias hembras, mientras que la mayoría de las hembras sólo se aparean con un solo macho, esta escena se puede repetir múltiples veces durante la estación de apareamiento.
La direccionalidad no aleatoria de un pergolero macho, es decir, su manipulación del espacio para lograr su cometido, así como su intensa labor y devoción a construir y decorar la enramada de los cortejos, le permiten exhibir su potencia y sus posesiones. Una enramada termina siendo expresión de los niveles máximos de energía del pergolero macho; de los procesos complejos a los que recurre para lograr un estado final de equilibrio natural, demostrando un sentido continuo de anticipación de la respuesta de la hembra. La implicación es que la construcción de la enramada y toda la dinámica de su comportamiento y del espectáculo que despliega ante la hembra en el espacio de cortejo, van más allá de la esfera de la supervivencia, del instinto y de la comunicación de necesidades, y revelan que los pergoleros tienen un sentido estético.
La estética ornamental que emerge es propositiva en términos de la selección sexual. Welsch afirma: “Así que a este nivel se llega plenamente a una correlación estética: por un lado, está la belleza del macho, desarrollada con el propósito que sea apreciada por el sentido correspondiente de belleza de la hembra, por el otro lado”. Welsch argumenta que la apreciación de la belleza por parte de la hembra es el hilo que une el cortejo del macho, la elección de la hembra y el apareamiento subsiguiente que se da. Afirma que es el placer que siente la hembra ante la belleza de la ornamentación y el espectáculo que monta el macho el que la lleva a elegir aparearse con él. Esto sugeriría que el sentido estético y la experiencia estética no es exclusiva de los seres humanos, sino que incluso son una expresión no humana. Welsch afirma que la estética humana puede haber sido una evolución de la estética animal y que a través de la evolución cultural se llegó a resultados muy diferentes, argumentando que: “Darwin veía la estética animal y la humana como un continuo”. Para Welsch, la actitud estética consiste en “la apreciación de algo que aunque quizás sea útil, se le aprecia no por su utilidad, sino por su carácter estético”, una “apreciación de lo bello por lo bello en sí mismo”. En su obra, Darwin describe un auténtico sentido estético en algunos animales. En El origen del hombre, señala la resonancia que existe entre el sentido estético de los humanos y el de los animales. La mayoría de las referencias de Darwin a la relación entre la decoración y las aves, se refiere a las características secundarias de las aves, sus plumas y colores, excepto por una referencia a la decoración de las enramadas de los pergoleros “con el propósito de cortejar a la pareja”, atribuyéndola a “su gusto por lo bello”. Darwin parece estar apuntando hacia una sensibilidad estética interna y hacia el poder de discriminación y el gusto estético de las hembras de los pergoleros. Sin embargo, una de las limitaciones de la investigación de Darwin, es el método anecdótico antropomórfico al que recurre. Argumenta que: “los corredores lúdicos de los pergoleros están adornados con buen gusto con objetos de colores alegres; y esto muestra que deben de recibir algún tipo de placer al ver tales cosas”. Darwin recurre a la introspección para categorizar el comportamiento y definir el estado mental en el que estaría un ser humano involucrado en tal comportamiento y procede a utilizar el razonamiento analógico para atribuirle ese estado mental del animal. Este método basado en la proyección parecería ser una danza de la imaginación en donde se extienden la visión y los valores humanos al reino de lo no humano. Se trata de una lectura de la realidad a través del lente del pensamiento racional.
Yendo más allá de la perspectiva de Darwin, Erika Milam, en su libro Looking for a Few Good Males [que se podría traducir como En búsqueda de unos cuantos varones buenos], señala que: “la investigación de Marshall proporciona una explicación evolutiva del comportamiento de los pergoleros que evita caer en un antropomorfismo ingenuo a través de enmarcar su comportamiento como una adaptación a las condiciones ambientales locales”, atribuyendo el complejo comportamiento de cortejo de los pergoleros a factores ambientales y patrones innatos de comportamiento. Una vez más, vemos un entretejido del medio ambiente que los rodea, o Umwelt como lo conceptualiza Uexküll y el plan maestro heredado o generacional que están expresando los pergoleros.
La construcción de la enramada ilustra la capacidad del macho para coordinar la anatomía apropiada y la acción efectiva, así como su habilidad cognitiva. La decoración revela la conciencia del pergolero macho y su sensibilidad hacia lo que les gusta y no les gusta a las hembras. No sólo la construcción y la decoración de las enramadas de cortejo, sino también todo la escenificación del ritual que se realiza dentro de los límites de las enramadas son hábitos innatos, así como el resultado de un proceso de aprendizaje resultado de una educación o formación estética orientada a la producción de los efectos para asegurar el logro de una meta final. Puede que los pergoleros machos inmaduros “se tomen entre 6 o 7 años en alcanzar un nivel de desempeño que atraiga a las hembras … y observan trabajar a los machos maduros y el trabajo que hayan realizado”. Hansell argumenta que las hembras de los pergoleros también: “necesitan un periodo de aprendizaje para evaluar de manera efectiva toda la información proporcionada en el despliegue del macho”. Hansell concluye que la formación que adquieren los pergoleros machos los prepara para producir belleza, mientras que la formación de las hembras, las preparan para apreciar la belleza. A través de un cuidadoso proceso de observación, las hembras de los pergoleros aprenden a refinar su percepción y a evaluar la eficiencia del uso que hacen los pergoleros de la energía, su nivel de inteligencia, su capacidad para procesar datos, su capacidad para presentarse, representarse y amplificarse de manera favorable, así como el uso que hacen de los elementos químicos al pintar e imprimirle sabor a las varas de las enramadas.
Subyacente a esta estética hay una manipulación y un reordenamiento de la naturaleza en tanto objeto encontrado. Los pergoleros seducen a través de estrategies de recoger, voltear, y colocar, así como escenificar eventos energéticos: somáticamente (las gracias y danzas que escenifican), químicamente (la pintura que aplican), visualmente (los colores brillantes y objetos extraños con el cual los pergoleros decoran la enramada), acústicamente (los cantos y la mímica) y espacialmente (tanto la manipulación como la proporción y la perspectiva). Se puede ver esta recopilación de las acciones y los eventos como un invento propositivo, una ilusión, una ficción con una vida efímera.
Recursos
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